Muhammad El Mensajero de Dios II

Muhammad El Mensajero de Dios II

Descripción del Profeta (e)

El Mensajero de Dios (e) fue un hombre sensacional, respetado por todos los que lo conocían. Su rostro brillaba como la luna llena. Era un hombre de estatura mediana, ni muy alto ni muy bajo. Tenía una cabeza grande y su cabello era ondulado. Si tenía el cabello largo, lo dividía, de lo contrario, su cabello no pasaba los lóbulos de las orejas en circunstancias normales.

 Tenía un color rosado saludable. Su frente era ancha. Sus cejas estaban prolijas naturalmente, y no estaban unidas. Había una vena entre sus cejas que se hinchaba cuando se enfadaba. Su nariz era recta y tenía un brillo especial. Tenía una barba tupida y suaves mejillas. Su boca era grande. Tenía bigotes. Sus dientes estaban espaciados. Su contextura era moderada y fuerte. Su abdomen y su pecho estaban al mismo nivel. Su pecho y sus hombros eran anchos. Sus articulaciones eran de buen tamaño. Su piel era blanca. Tenía vellos desde el esternón hasta el ombligo. No había vellos en su pecho, pero sus brazos y hombros eran velludos. Sus antebrazos eran grandes y también las palmas de sus manos. Sus manos y pies eran cortos, y sus dedos tenían un largo moderado. Sus pies eran planos y suaves; debido a la suavidad de sus pies, no se acumulaba el agua en ellos. Caminaba con pasos largos y elegantes; levantaba los pies en lugar de arrastrarlos. Cada vez que se volteaba, lo hacía con el cuerpo entero [en lugar de voltear sólo la cabeza]. Recataba su mirada en todo momento. Eran más las veces que miraba el suelo que el cielo. A menudo daba vistazos rápidos a las cosas [en lugar de mirarlas fijamente]. Ofrecía sus saludos a los demás antes de que lo saludaran a él.

El Profeta (e) parecía estar triste casi todo el tiempo, y meditaba profundamente. Nunca descansaba completamente, y nunca hablaba a menos que fuera necesario. Cada vez que hablaba, comenzaba y terminaba sus frases con el nombre de Dios. Hablaba claro y con significado, pronunciando sólo frases precisas y certeras. Sus frases eran muy decisivas; nadie podía distorsionar sus palabras. Era muy amable y cariñoso. Nunca insultaba a otras personas. Era agradecido por todas las bendiciones que Dios le había otorgado, sin importar lo minúsculas que parecieran; nunca menospreciaba nada. No criticaba la comida. Nunca se preocupaba por asuntos mundanos. Si una persona sufría una injusticia, se enojaba mucho. Su enojo no cesaba hasta tanto le restituyeran su derecho a esa persona. No se enojaba si la víctima de la injusticia era él, ni tampoco buscaba venganza. Cuando señalaba, lo hacía con la mano entera; cuando se sorprendía, volteaba rápidamente la mano. Cuando el Profeta (e) hablaba, daba pequeños golpes en su mano derecha con el pulgar izquierdo. Cuando se enfadaba, daba vuelta la cara, y cuando estaba complacido y feliz, bajaba la mirada. Sus risas eran más bien sonrisas. Cuando sonreía, sus dientes parecían perlas.

El Profeta (e) repartía su tiempo en tres partes; una parte para Dios, la otra para su familia y la tercera para sí mismo y su gente. La parte dedicada a su pueblo la empleaba a atender las necesidades de la gente. Los mantenía ocupados enseñándoles lo que los beneficiaría. Solía decirles:

‘Aquellos que estén presentes transmitan (lo que han aprendido) a quienes están ausentes, e infórmenme de las necesidades de los que no han podido venir. Aquel que informe al gobernante acerca de las peticiones de una persona, Dios lo afirmará en el puente el Día de la Resurrección.’

El Profeta (e) cuidaba su lengua [de decir palabras vanas], daba consejos sinceros y hablaba benéficamente para así reunir y unir a la gente. Respetaba a los generosos, amables y nobles de cada pueblo, y les encomendaba los asuntos de su gente. Advertía a la gente de los males y se cuidaba de ellos, aunque nunca tenía un mal gesto frente a nadie. Le preguntaba a la gente acerca de su situación y les ordenaba hacer el bien y prohibir el mal. Era moderado en todos sus asuntos. Nunca dejaba pasar la oportunidad de recordarles a sus compañeros y darles sinceros consejos. Estaba preparado para toda situación, y mantenía la verdad y no era ocioso. Quienes se sentaban junto a él eran lo mejor de su gente.

El Mensajero de Dios (e) nunca se levantaba ni se sentaba sin mencionar el nombre de Dios. Tenía prohibido que designaran un lugar que fuese únicamente suyo. Se sentaba donde encontraba un sitio libre. También les ordenaba a los demás hacer lo mismo al llegar a una reunión. Repartía su tiempo de manera equitativa entre los Compañeros que se sentaban junto a él. Quien se sentara junto al Profeta (e) pensaría que era el más importante y querido por él. Si una persona se acercaba planteándole una necesidad, no lo apuraba, sino que dejaba que terminase su petición y se fuese cuando lo deseara. El Profeta (e) siempre le daba una respuesta al que pedía; le regalaba palabras agradables, aún si no podía cumplir con su petición. Tenía un corazón y una mente abiertos. Era considerado un padre cariñoso y atento por todos; para él, todos eran iguales. Sus reuniones eran reuniones de conocimiento, perseverancia, paciencia, modestia y confianza. Nadie levantaba la voz en presencia del Mensajero de Dios, que Dios exalte su mención. Nadie hablaba cosas malas en su presencia. Quienes asistían a la reunión se trataban de manera humilde, respetaban a los mayores, eran misericordiosos con los jóvenes y respetaban al extraño.

El Mensajero de Dios (e) estaba siempre alegre. Era extremadamente amable y cariñoso. Nunca era brusco. No levantaba su voz en público ni decía groserías. Nunca hablaba mal de nadie ni esparcía chismes. Jamás adulaba a nadie. Nunca desilusionaba a nadie. Evitaba tres cosas; discutir, hablar demasiado e interferir en aquello que no era importante. También evitaba otras tres cosas; nunca hablaba mal de nadie, nunca se burlaba de nadie ni hablaba de los fallos de otros frente a nadie, tampoco criticaba a nadie. Sólo hablaba de aquellas cosas que merecen ser recompensadas. Cuando hablaba con sus Compañeros, éstos miraban el suelo [en muestra de respeto y atención] y era como si pájaros se hubieran posado en sus cabezas. Cuando el Mensajero de Dios (e) dejaba de hablar, recién entonces lo hacían sus Compañeros. Nunca lo contradecían en su presencia. Cuando hablaba uno de sus Compañeros, el resto escuchaba atentamente hasta que hubiera completado lo que pretendía decir.

El Mensajero de Dios (e) demostraba una extrema paciencia cuando escuchaba a un extranjero con un acento o dialecto difícil de entender. No le hacía ninguna pregunta hasta que hubiera completado lo que quería decir. De hecho, el Mensajero de Dios (e) les ordenaba a sus Compañeros que asistan a la persona que buscaba su ayuda. Nunca interrumpía a quien hablaba hasta que la persona hubiera completado su idea y se detuviera o se levantara para irse’. (Baihaqi)


Comportamiento y características

del Profeta (e)

  1. El Mensajero (e) tenía un intelecto excelente, completo y destacable. Ningún hombre ha tenido nunca un intelecto tan completo y perfecto como él. Qadhi Iyadh[1], que Dios tenga piedad de él, dijo:

‘Esto se hace evidente cuando el investigador lee la biografía del Profeta y entiende su situación y sus significativas y comprensivas palabras y tradiciones, sus buenos modales, su ética y su moral, su conocimiento de la Torah, el Evangelio, las Divinas Escrituras, su conocimiento de las palabras de los sabios, y el conocimiento de pueblos anteriores, y su capacidad de mostrar ejemplos e implementar políticas y modales correctos. Fue un ejemplo y un paradigma al cual su gente acudía en todas las ramas del conocimiento; actos de adoración, medicina, leyes de sucesión, linaje y otros temas. Conocía todo esto a pesar de no saber leer ni haber examinado jamás las Escrituras de los pueblos pasados. El Profeta no tuvo una educación formal, y aún sin todo el conocimiento de lo anterior, fue encomendado como Profeta, sin saber leer ni escribir. El Profeta (e) era sabio al máximo de su capacidad. Dios, el Altísimo, le informó de lo que había tenido lugar (en el pasado) y de lo que tendría lugar en el futuro. Es una señal de que el Dominio le pertenece a Dios, y de que es capaz de todo.'[2]

  1. El Profeta (e) siempre realizaba acciones a través de las cuales buscaba complacer a Dios. Fue atacado y perseguido cuando invitaba a la gente al Islam; aún así, tuvo paciencia y toleró, y siempre tuvo esperanzas en la recompensa de Dios. Abdullah b. Masud, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Es como si estuviera mirando al Profeta (e) hablando sobre un Profeta que fue lastimado por su pueblo. Se limpió la sangre del rostro y dijo: ‘¡Oh Dios! ¡Perdona a mi pueblo pues no saben lo que hacen!’ (Bujari, 3290)

Yundub b. Sufyaan, que Dios esté complacido con él, dijo que al Mensajero (e) le sangraba un dedo durante una de las batallas, y dijo:

‘No eres más que un dedo que sangra; que sufre en el camino de Dios’. (Bujari, 2648).

  1. El Profeta (e) era sincero y honesto en todo aspecto, tal como le había ordenado Dios. El Altísimo dijo en el Corán:

(Diles: Por cierto que mi oración, mi oblación, mi vida y mi muerte pertenecen a Dios, Señor del Universo, Quien no tiene copartícipes. Esto es lo que se me ha ordenado creer, y soy el primero [de esta nación] en someterse a Dios.)  [6:162-163]

4. Buena moral, ética, y compañerismo: A’ishah, su esposa, al ser preguntada sobre los modales del Profeta dijo:

‘Sus modales eran el Corán.’

Esto significa que el Profeta (e) se regía por las leyes y mandamientos coránicos y se abstenía de lo que el Corán prohibía. Cumplía con los virtuosos actos allí descritos. El Profeta (e) dijo:

‘Dios me ha enviado para perfeccionar los buenos modales y completar las buenas acciones’. (Bujari y Ahmad).

Dios, el Altísimo, describió al Profeta (e) de la siguiente manera:

(Ciertamente eres de una naturaleza y moral grandiosas.) [68:4]

Anas b. Malik, que Dios esté complacido con él, fue el sirviente del Profeta (e) durante diez años; día tras día, durante sus viajes y también cuando residía en Medina. Durante este tiempo, conoció los modales del Profeta. Al respecto dijo:

‘El Profeta (e) no insultaba a nadie, tampoco era grosero ni maldecía. Cuando culpaba a alguien, decía: ‘¡Qué le sucede! Que su rostro se llene de polvo’. (Bujari, 5684).

5. Amabilidad y buenos modales: Sahl b. Sa’d, que Dios esté complacido con él, narró:

“Le trajeron algo de beber al Profeta (e) y bebió. A su derecha había un niño y a su izquierda unos ancianos. Le preguntó al niño:

‘¿Te molesta si les doy de beber?’. El niño respondió: ‘¡Oh Profeta de Dios! ¡Por Dios! No quisiera que nadie antes de mi beba de donde tu has bebido. Es mi derecho hacerlo [por estar sentado a tu derecha][3]’. Entonces el Mensajero de Dios (e) le dio de beber al niño”. (Bujari, 2319).

  1. Sahl b. Sa’d, que Dios esté complacido con él, narró que en una ocasión los del pueblo de Qubaa’[4] lucharon entre ellos y se arrojaron piedras. El Profeta (e) dijo:

‘Vamos a resolver el conflicto y reconciliarlos’. (Bujari, 2547).

  1. El Mensajero de Dios (e) vio un hombre con un anillo de oro[5], se lo quitó y lo arrojó. Luego dijo:

‘¿Acaso pondrías una brasa caliente en tu mano?’

Cuando el Profeta (e) se fue, al hombre le dijeron que tomara el anillo y lo vendiera para obtener una ganancia. El hombre dijo: ‘¡No, por Dios! Jamás lo tomaría después de que el Mensajero de Dios (e) lo ha arrojado’. (Muslim, 2090).

  1. Muhaayir b. Qunfudz, que Dios esté complacido con él, narró que pasó junto al Profeta (e) cuando estaba orinando, y lo saludó con la paz (Salaam), pero el Profeta (e) no le devolvió el saludo hasta tanto no se higienizó e hizo la ablución y se disculpó diciendo:

‘No me gusta mencionar el nombre de Dios cuando no estoy en estado de pureza’. (Ibn Juzaimah, 206).

  1. Abdullah b. Abi O’faa, que Dios esté complacido con él, dijo que el Mensajero de Dios (e) se ocupaba con el recuerdo de Dios; no hablaba en vano. Hacía largas sus oraciones y breves sus discursos; no dudaba en ayudar y encargarse de las necesidades de los que más lo precisaban, sean pobres o viudas. (Ibn Hib’ban, 6423).
  2. A’ishah, que Dios esté complacido con ella, dijo que el Profeta de Dios (e) solía orar durante la noche hasta que se le hinchaban los pies.

A’ishah, que Dios esté complacido con ella, dijo: ‘¿Por qué haces esto, Oh Mensajero de Dios, siendo que Dios ha perdonado tus pecados pasados y futuros?’. El Profeta (e) dijo:

‘¿Acaso no debo ser un siervo agradecido?’. (Bujari, 4557).

  1. Abu Hurairah, que Dios esté complacido con él, dijo que At-Tufail b. Amr ad-Dawsi y sus compañeros vinieron a saludar al Profeta(e).

Dijeron: ‘Oh Mensajero de Dios, la tribu de los Daws, se ha negado a aceptar el Islam, suplícale a Dios en contra de ellos. Alguien dijo: ‘¡la tribu de los Daws está condenada y será destruida!’. El Profeta (e) levantó sus manos y contrariamente a lo solicitado dijo:

‘¡Oh Dios, guía a la tribu de los Daws y tráelos a nosotros!’.

12. Buen aspecto: Al-Baraa’b b. Aazib, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Profeta (e) era una persona de estatura media. Su espalda era ancha. Su cabello le llegaba a los lóbulos de las orejas. Una vez lo vi usando una vestimenta roja; nunca vi alguien más bello que él’. (Bujari, 2358)

13. Ascetismo y asuntos mundanos: Abdullah b. Masud, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Mensajero de Dios (e) se durmió una vez sobre una alfombra. Se levantó y tenía marcas de la alfombra en su cuerpo. Le preguntamos: ‘Mensajero de Dios, ¿quieres que te hagamos una cama?’. Él respondió: ‘¿Qué tengo que ver yo con este mundo? No soy más que un viajero que viaja con su montura y se detiene bajo la sombra de un árbol, y luego retoma su viaje’. (Tirmidhi, 2377)

Amr’ b. al-Haariz, que Dios esté complacido con él, dijo que el Mensajero de Dios (e) no dejó riquezas tras su muerte. Sólo dejó su mula blanca, sus armas y una parcela de tierra que legó en caridad’. (Bujari, 2588).

14. Altruismo: Sahl b. Sa’d, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Una mujer le regaló al Mensajero de Dios (e) una túnica. El Profeta (e) les preguntó a sus Compañeros: ‘¿Saben lo que es una túnica?’. Ellos respondieron: ‘¡Sí, Oh Profeta de Dios! Es una prenda tejida. La mujer dijo: ‘¡Profeta de Dios! He tejido esta túnica con mis propias manos para que tú la uses’. El Mensajero de Dios (e) la tomó pues la necesitaba tremendamente. Luego de un rato, el Mensajero de Dios (e) salió de su casa con la túnica puesta, y un Compañero le dijo: ‘¡Profeta de Dios! ¡Regálame esa túnica para poder usarla!’. El Mensajero de Dios (e) le dijo: ‘Sí’. Se quedó sentado un momento y volvió a su casa, la dobló y se la dio a la persona que se la había pedido. Los Compañeros, que Dios esté complacido con ellos, reprendieron a esta persona diciéndole: ‘No fue apropiado que le pidieras su túnica; especialmente si sabes que no se lo negaría a nadie ni dejaría que nadie se vaya con las manos vacías’. El hombre dijo: ‘¡Por Dios! Sólo se la pedí porque quiero que me envuelvan en esa túnica cuando muera’. Sahl, el narrador del Hadiz, que Dios esté complacido con él, dijo: ‘La túnica fue utilizada como mortaja cuando ese hombre murió’. (Bujari, 1987)

15. Firme fe y entrega en Dios:Abu Bakr, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Miré los pies de los paganos mientras estábamos en la caverna [huyendo de sus perseguidores durante la emigración]. Dije: ‘¡Oh Profeta de Dios! ¡Si alguno de ellos mirara hacia abajo nos vería!’. El Mensajero de Dios (e) dijo: ‘¡Abu Bakr! ¿Qué piensas de dos cuyo Tercero es Dios, el Altísimo?’ (Muslim, 1854).

16. Bondad y compasión: Abu Qatada, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Mensajero de Dios (e) realizaba la oración mientras llevaba una niña llamada Umaamah, hija de Abul-Aas. Cuando se inclinaba, la ponía en el suelo, luego se paraba, y la cargaba en brazos nuevamente’. (Bujari, 5650).

  1. Anas, que Dios esté complacido con él, narró que el Mensajero de Dios (e) dijo:

‘Comienzo la plegaria con la intención de extenderla, pero cuando oigo llorar a un niño, la acorto pues sé que la madre de ese niño sufre por su llanto’.

  1. Abu Hurairah, que Dios esté complacido con él, narró que el Mensajero de Dios (e) dijo:

‘A veces, cuando regreso con mi familia, encuentro un dátil en mi cama. Lo tomo para comerlo; pero tengo miedo de que haya sido entregado en caridad[6], por lo que lo dejo en su sitio’. (Bujari, 2300).

19. Ser generoso: Anas bin Malik, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Cada vez que una persona aceptaba el Islam el Mensajero de Dios (e) le concedía lo que pedía. A un hombre el Profeta (e) le regaló un rebaño de ovejas que estaban pastando entre dos montañas. El hombre regresó a su pueblo y dijo: ‘¡Oh mi gente acepten el Islam! Muhammad (e) da tan generosamente como quien no teme a la pobreza’. (Muslim, 2312)

  1. A A’ishah, que Dios esté complacido con ella, le preguntaron una vez cómo se comportaba el Profeta (e) con su familia. Ella respondió:

‘Ayudaba a todos los miembros de su familia con sus tareas; pero cuando llamaban a la oración, se retiraba para realizar sus oraciones (en la mezquita)’.

Al-Baraa bin ‘Azib, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Vi al Mensajero de Dios (e) el Día de la batalla de “la Trinchera” llevando tierra [que habían sacado de una trinchera] hasta que su pecho estuvo cubierto de polvo. Era un hombre velludo. Le oí repetir unos versos de la poesía compuesta por Abdullah b. Rawaahah: ‘¡Oh Dios! Si no hubiera sido por Ti, nunca habríamos sido guiados, ni habríamos ofrecido oraciones ni dado en caridad. ¡Oh Dios! Que la tranquilidad descienda sobre nosotros, y haznos firmes al enfrentar a nuestros enemigos. ¡Ciertamente han trasgredido en nuestra contra! ¡Y si desean una sedición, la rechazaremos! Y levantaba su voz al recitar esos versos’. (Bujari, 2780).

21. Honestidad: A’ishah, que Dios esté complacido con ella, dijo:

‘Un rastro característico del Profeta (e) era que detestaba la mentira. Si un hombre mentía en presencia del Profeta (e) le esgrimía la mentira hasta saber que se había arrepentido de ella’. (Tirmidhi, 1973)

Aún sus enemigos daban cuenta de su honestidad. Abu Yahl, uno de sus más acérrimos enemigos, dijo: ‘¡Oh Muhammad! ¡No digo que eres un mentiroso! Sólo niego el mensaje que predicas y aquello a lo que convocas a la gente’. Dios, el Altísimo, dice:

(Por cierto que sabemos que te apena lo que dicen [sobre ti]. No es a ti a quien desmienten, sino que lo que los inicuos rechazan son los signos de Dios.)  [6:33]

22. Honrar los límites y fronteras de Dios: A’ishah, que Dios esté complacido con ella, dijo:

‘El Profeta (e) siempre escogía la más fácil de dos opciones, en tanto y en cuanto no implicara un pecado. Si el acto era pecado, se alejaba de él lo más que podía. ¡Por Dios! Nunca tomaba venganza. Sólo se enojaba cuando la gente trasgredía los límites y fronteras de Dios; en ese caso, hacía justicia’. (Bujari, 6404)

23. Expresión facial placentera: Abdullah bin al-Hariz, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Nunca vi un hombre que sonriera tanto como el Mensajero de Dios (e)’. (Tirmidhi, 2641).

  1. El Profeta (e) era bien conocido por su honestidad. Los paganos de La Meca – que tenían una hostilidad declarada contra él – le confiaban sus objetos de valor. Su honestidad y lealtad fueron puestas a prueba cuando los paganos de La Meca persiguieron y torturaron a sus compañeros y los expulsaron de sus hogares. Él le ordenó a su sobrino, Ali b. Abi Talib, que Dios esté complacido con él, que posponga durante tres días su emigración para devolverle a la gente los objetos encomendados en custodia’.[7]

Otro ejemplo de su honestidad y lealtad queda demostrado en la Tregua de Hudaibiyah, a través de la cual él estuvo de acuerdo con el artículo del tratado que decía que todo hombre que abandonara al Profeta (e) no le sería devuelto, y todo hombre que abandonara La Meca para unirse al Profeta, sería devuelto a ellos. Antes de concluir el tratado, un hombre llamado Abu Yandal b. Amr había logrado escapar de los paganos de La Meca y corrió a sumarse a Muhammad (e). Los paganos le pidieron a Muhammad que cumpliera su promesa y les devolviera el prófugo. El Mensajero de Dios (e) dijo:

‘¡Abu Yandal! Ten paciencia y pídele a Dios que te la conceda. Dios seguramente te ayudará a ti y a quienes son perseguidos y te facilitará una salida. Hemos firmado un acuerdo con ellos, y ciertamente hemos de cumplirlo y no comportarnos de manera traicionera’. (Baihaqui, 18611).

25. Valentía y coraje: Ali, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘¡Deberían haberme visto el Día de Badr! Nos refugiamos con el Mensajero de Dios (e). De todos nosotros, él era el que estaba más cerca del enemigo. Ese día, el Mensajero de Dios (e) fue el más fuerte de todos nosotros’. (Ahmad, 654).

En cuanto a su valentía y coraje en circunstancias normales, Anas b. Malik, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Mensajero de Dios (e) era el mejor de los hombres y el más valiente. Una noche, el pueblo de Medina tuvo temor y envió a algunos jinetes hacia los ruidos que se oían. El Mensajero de Dios (e) se los encontró mientras regresaba de donde provenía el sonido, luego de asegurarse de que no hubiera ningún problema. Venía a lomo de un caballo que pertenecía a Abu Talhah, que Dios esté complacido con él, sin montura, y tenía una espada consigo. Le dijo a la gente: ‘¡No teman! ¡No teman!’.

Se encontró con los jinetes mientras iba a caballo sin montura, y llevaba su espada, pues podría ser necesaria. No esperaba que los demás verificaran el origen de los problemas.

En la Batalla de Uhud, el Mensajero de Dios (e) consultó a sus Compañeros. Ellos le aconsejaron combatir, mientras que él no veía necesidad de hacerlo. No obstante, aceptó su consejo. Los Compañeros, al saber lo que sentía el Profeta, se lamentaron por lo que habían hecho. Los Ansar le dijeron: ‘¡Oh Profeta de Dios! Haz lo que te parezca’. Pero él respondió:

‘No es digno de un Profeta quitarse su atuendo de combate sin pelear’. (Ahmad, 14829).

26. Generosidad y hospitalidad: Ibn Abbas, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Profeta (e) era el más generoso de los hombres. Era aún más generoso en Ramadán cuando se encontraba con el ángel Gabriel; se encontraba con él todas las noches durante Ramadán para practicar y revisar el Corán. El Mensajero de Dios (e) era tan generoso, como los vientos bondadosos”. (Bujari, 6).

Abu Dharr, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Iba caminando con el Profeta (e) en la Har’rah (región volcánica) de Medina y nos encontramos frente al monte Uhud; el Profeta (e) dijo: ‘¡Abu Dharr!’. Le dije: ‘¡Aquí estoy Oh Mensajero de Dios!’. Él respondió: ‘No me complacería tener una cantidad de oro igual al peso del Monte Uhud hasta tanto no lo gaste y lo entregue (en nombre de Dios) en una o tres noches. Me guardaría un Dinar para ayudar a quienes tienen deudas”. (Bujari, 2312).

Yabir b. Abdullah, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Profeta (e) no se negaba a dar nada de lo que tenía si alguien se lo pedía’. (Bujari, 5687).

27. Timidez y modestia: Abu Sa’id al-Judri, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘El Profeta (e) era más modesto y tímido que una virgen. Si algo no le gustaba, lo notábamos por sus expresiones faciales’. (Bujari, 5751)

  1. El Mensajero de Dios (e) era la persona más humilde. Era tan humilde que si un extraño entraba a la mezquita y se acercaba adonde el Profeta (e) estaba sentado con sus Compañeros, no podía distinguirlo de sus Compañeros.

Anas bin Malik, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Una vez, mientras estábamos sentados con el Mensajero de Dios (e) en la mezquita, se acercó un hombre en su camello, lo ató con una cuerda y preguntó: ‘¿Quién de ustedes es Muhammad?’. El Mensajero de Dios (e) se encontraba sentado en el suelo con sus Compañeros. Le indicamos al beduino: ‘Este hombre blanco, que está sentado en el piso’ porque el Profeta (e) no se distinguía de sus Compañeros.

El Profeta (e) no dudaba en ayudar a los pobres, los necesitados o las viudas en sus necesidades. Anas b. Malik, que Dios esté complacido con él, dijo:

‘Una mujer de Medina que estaba algo demente le dijo al Profeta (e): ‘Tengo que pedirte algo’. Él la ayudó y se ocupó de sus necesidades’. (Bujari, 670)

29. Misericordia y Compasión: Abu Masud al-Ansari dijo:

‘Un hombre vino hacia el Profeta (e) y dijo: “¡Mensajero de Dios! ¡Por Dios! Yo no rezo la oración del alba (en la mezquita) porque fulano la alarga” Dijo el narrador: ‘Nunca vi al Mensajero de Dios (e) pronunciar un discurso con tanto enfado. Dijo: 

‘¡Gente! ¡En verdad hay entre ustedes de esos que persiguen a las personas! Si dirigen a la gente en la oración, sean breves. Hay personas ancianas y débiles y otros con necesidades especiales detrás de ustedes en la oración’. (Bujari, 670)

Osama bin Zaid dijo:

‘Estábamos sentados con el Mensajero de Dios (e). Una de sus hijas envió a una persona a llamarlo para que la visite a ella y a su hijo; que estaba agonizando. El Mensajero de Dios (e) le dijo a la persona que le diga a ella: ‘A Dios le pertenece lo que toma, Él le ha dado a todo un límite de tiempo. Le ordenó que sea paciente y que busque la recompensa en Dios, el Altísimo. Su hija envió de vuelta a la misma persona diciendo: ‘¡Profeta de Dios! Su hija jura que debe venir’. El Mensajero de Dios (e) se paró, Sa'd bin Ubaadah y Mu’adth bin Yabal lo acompañaron. El Mensajero de Dios (e) se sentó junto al niño que estaba agonizando. Los ojos del niño se congelaron como piedras. Al ver esto el Mensajero de Dios (e) lloró. Sa’d le preguntó, ¿Qué es esto Profeta de Dios?’ Él dijo: ‘Es la misericordia que Dios, el Altísimo, coloca en los corazones de sus siervos. Dios es misericordioso con aquellos que son misericordiosos con los demás’. (Bujari, 6942)

30. Perseverancia y Perdón: Anas bin Malik dijo:

‘Una vez, estaba caminando con el Mensajero de Dios (e) mientras él llevaba una túnica yemenita con un cuello de bordes ásperos. Un beduino lo agarró fuertemente. Miré al costado de su cuello y vi que el cuello de la túnica le había dejado una marca. El beduino dijo: ‘¡Oh Muhammad! Dame [algo] de la riqueza de Dios que tu tienes’. El Mensajero de Dios (e) giró hacia el beduino, rió y ordenó que le entregasen [algo de dinero]’. (Bujari, 2980)

Otro ejemplo de su perseverancia es la historia del Rabino judío, Zaid bin Sa'nah. Zaid le prestó algo al Mensajero de Dios (e). Zaid dijo:

‘Dos o tres días antes de la devolución de la deuda, el Mensajero de Dios (e) asistía al funeral  de un hombre de los Ansar.  Abu Bakr, ‘Umar, ‘Uzman y algunos otros Compañeros, estaban con el Profeta (e). Después de rezar la oración fúnebre se sentó junto a una pared, y yo fui hacia él, lo agarré de los bordes de su cuello, lo miré de manera severa, y le dije: ‘¡Muhammad! ¿No me pagarás la deuda del préstamo? ¡Yo no conocí a la familia de Abdul-Mutalib para que se demore la devolución de mi deuda! Miré a Umar b. al-Jattaab ¡sus ojos estaban llenos de rabia! Me miró y dijo: ‘¡Enemigo de Dios, ¡¿Le hablas al Mensajero de Dios y te diriges a él de esta manera?!.  ¡Por el que lo envió con la verdad, de no haber sido por el miedo de perder (la entrada al Paraíso) te hubiera decapitado con mi espada! El Profeta de Dios (e) miraba a ‘Umar de manera calmada y pacífica, y dijo: ‘¡Umar, nos hubieras dado un consejo sincero, en lugar de hacer lo que hiciste! ¡Umar, ve y págale la deuda, y entrégale veinte sa’a (medida de peso) extra por haberlo asustado!’ Zaid dijo: ‘Umar se fue conmigo, y me pagó la deuda, y me entregó los veinte sa’a extras. Yo le pregunté: ‘¿Qué es esto?’ Él dijo: ‘El Mensajero de Dios (e) me ordenó que te lo diera, porque yo te he asustado. ‘Zaid luego le preguntó a Umar: ¿Umar, sabes quien soy yo?’ Umar dijo: ‘No, no lo sé - ¿Quién eres?’ Zaid dijo: ‘Yo soy Zaid b. Sa’nah’. Umar indagó: ‘¿El Rabino?’ Zaid respondió: ‘Sí, el Rabino.’ Umar le preguntó luego: ‘¿Qué te ha hecho decir lo que le has dicho al Profeta?’ Zaid respondió: ‘Umar, he visto todos los signos de un profeta en el rostro del Mensajero de Dios (e) excepto dos: su paciencia y perseverancia anteceden a su ignorancia y la segunda, cuanto más duro eres con él, más  amable y paciente se torna, y ahora estoy satisfecho. Umar, te tengo como testigo y atestiguo que no hay Dios excepto Dios, mi Religión es el Islam y Muhammad (e) es mi Profeta. También te tomo como testigo de que la mitad de mi riqueza –y yo estoy entre los más ricos de Medina – la entregaré por la causa de Dios a la totalidad de la comunidad. ‘Umar dijo: ‘No será posible distribuir tu riqueza a la totalidad de la comunidad. La tendrás que distribuir a algunos de la comunidad de Muhammad (e)’. Zaid dijo: ‘Dije: entonces distribuiré (en proporción) riqueza a algunos de la comunidad de Muhammad’. Zaid y Umar volvieron donde el Mensajero de Dios (e). Zaid le dijo: ‘Atestiguo que nada ni nadie merece ser adorado sino Dios, y que Muhammad (e) es siervo y mensajero de Dios’. Así fue como creyó, murió en la Batalla de Tabuk cuando se enfrentaba al enemigo- que Dios tenga piedad con Zaid’. (Ibn Hibban, 288)


[1]Un gran sabio del Islam que escribió muchos trabajos, inclusive sobre la Biografía del Profeta.

[2] Qadhi Iyadh, en su libro ‘Al-Shifa bita’rifi Hoquqil-Mostafa’,

[3]Según la etiqueta islámica, siempre se debe empezar por la derecha.

[4]Un pueblo en las afueras de Medina.

[5]Está prohibido en el Islam que los hombres utilicen oro.

[6]Fue prohibido por Dios para el Profeta y su familia aceptar cualquier forma de caridad.

[7] Biografía de Ibn Hisham, Vol. 1, p.493 [Edición Árabe].

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